lunes, 11 de octubre de 2010

Fragor Bélico

El gobierno actuó rápidamente contra los indígenas, sin discriminación alguna: aprehendió y sacrificó a los caciques de Motul, Nolo, Euán, Yaxcucul, Chicxulub, Acanceh y otros sitios, pero las poblaciones del sur y el oriente fueron cayendo en poder de los rebeldes, que dieron muerte a los habitantes e incendiaron los caseríos.
Archivo:Guerra de Castas.JPGEl 21 de febrero de 1848, una vez que habían tomado Peto, Valladolid, Izamal y otros 200 pueblos, los indígenas, al mando de Venancio Pec, asaltaron Bacalar, dando muerte a la mayoría de sus habitantes. Sólo pudieron salvarse quienes en la oscuridad huyeron hacia la Honduras Británica, instalándose en la población de Corozal y en sus vecindades, donde aún permanecen un gran núcleo de descendientes de mexicanos.
Santiago Méndez, que en ese momento gobernaba Yucatán, fue un político peninsular que ejercía influencia particularmente en Campeche encabezó al grupo que estaba en franco antagonismo con el que encabezaba Miguel Barbachano. Éste que controlaba a los grupos políticos de Mérida, se había auto-exiliado en Cuba renunciando a la gubernatura que más adelante retomaría.
Santiago Méndez, utilizando como negociador a Justo Sierra O'Reilly, arriesgó la soberanía yucateca a cambio de apoyo militar, primero ante los Estados Unidos de Norteamérica y también con el gobierno de Cuba, el de Jamaica, de España e Inglaterra, pero nadie atendió sus pretensiones. El gobierno de Méndez no pudo controlar la situación y una comisión en Washington hizo un ofrecimiento formal para que Yucatán fuera anexado a Estados Unidos. Al presidente James Knox Polk le agradó la idea y pasó la Yucatan Bill al Congreso estadounidense, pero fue rechazada por éste. Intentó también negociar con una facción de los sublevados, la capitaneada por Cecilio Chi, pero sus emisarios fueron muertos por los rebeldes en Tinum. Agotadas sus opciones, todavía nombró a Miguel Barbachano Comisionado para la paz, tratando de usar su influencia. Pero todo fue inútil. Méndez tuvo que renunciar para dar paso nuevamente a Barbachano.
El levantamiento era tan grande que la población no-indígena de Yucatán corría el riesgo de desaparecer. Fue entonces cuando el jefe rebelde, Jacinto Pat, acuartelado en Tzucacab puso condiciones para terminar con la guerra:
  • Que se le reconociera como Jefe Supremo de todos los indígenas de la península.
  • Que los mayas pudiesen hacer sus siembras de maíz en las tierras baldías, sin pago alguno, y
  • Que fuera abolida toda contribución personal de los indígenas.

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